San Miguel Arcángel pesando las almas en el Juicio Final

viernes, 9 de noviembre de 2012

San Juan Bosco salva, por la confesión sacramental, a un joven de ir al infierno


Un joven de quince años, en Turín, se encontraba cerca de la muerte. Llamó a Don Bosco, pero al santo no le fue posible llegar a tiempo. Otro sacerdote escuchó la confesión del joven y el chico murió. Cuando Don Bosco retornó a Turín, fue inmediatamente a ver al chico. Cuando le dijeron que el joven había muerto, el insistió en que era un "simple malentendido". Tras unos instantes de oración en la habitación del joven muerto, Don Bosco, de repente, gritó: "¡Carlos!, Sube" Para el gran asombro de todos los presentes, el chico se convulsionó, abrió los ojos y se sentó en el lecho. 

Viendo a Don Bosco, sus ojos se desviaron hacia el suelo. "¡Padre, ahora estaría en el Infierno!" suspiró el joven. "Hace dos semanas estuve con una mala compañía que me indujo a pecar y en mi última confesión, tuve miedo de contarlo todo... ¡Oh, acabo de volver de un horrible sueño! Soñé que estaba situado en lo más alto de un gigantesco horno rodeado por una enorme horda de demonios. Estaban a punto de lanzarme dentro de las llamas cuando una bella Señora apareció y los detuvo. 'Aún hay una esperanza para ti, Carlos', me dijo. 'Tú aún no has sido juzgado'. 

En ese momento, lo escuché a usted llamándome. ¡Oh, Don Bosco, que alegría verlo otra vez! ¿Quiere confesarme, por favor?" 

Después de escuchar la confesión del joven, Don Bosco le dijo: "Carlos, ahora que las puertas del Cielo están abiertas de par en par para ti, ¿deseas ir allá o permanecer aquí con nosotros?" El chico miró a lo lejos por un momento, y sus ojos se humedecieron con algunas lágrimas. Un silencio espectante llenaba la habitación. 

"Don Bosco", dijo finalmente, "realmente estoy ansioso por ir al Cielo". Los pacientes vieron con estupefacción como Carlos se recostaba sobre las sábanas, cerraba los ojos y se hundía una vez más en la inmovilidad de la muerte.

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