San Miguel Arcángel pesando las almas en el Juicio Final

miércoles, 27 de abril de 2016

Satanás se aparece a Santa Faustina y la santa lo rechaza, dando gloria solo a Dios


"En la noche volvió a visitarme un alma que ya había visto anteriormente, pero esa alma no me pidió oraciones, sino que me reprochó que antes yo era muy vanidosa y soberbia, y que ahora intercedeía tanto por otros teniendo aún algunos defectos. Contesté que había sido muy soberbia y vanidosa, pero que ya me confesé e hice penitencia por mi estupidez y que confío en la bondad de mi Dios, y si ahora caigo, es más bien involuntariamente y nunca con premeditación, aunque sea en la cosa más pequeña. Sin embargo aquella alma empezó a hacerme reproches: "¿Porqué no quieres reconocer mi grandeza? Todos me reconocen por mis grandes obras, ¿porqué solamente tú no me das gloria?". Entonces vi que en aquella figura estaba Satanás! Y dije: "A Dios Mismo es debida la gloria, ¡lárgate, Satanás!". Y de inmediato esa alma cayó en un abismo horrible, inconcebible, indescriptible; y dije a aquella miserable alma que yo se lo diría a toda la Iglesia". (Santa Faustina Kowalska, Diario 520)

lunes, 25 de abril de 2016

JUICIO A UN HOMBRE EN TRIBUNAL DE DIOS (Revelaciones Celestiales a Santa Brígida de Suecia)


“Yo soy sin principio ni fin. No hay cambio en mí ni de años ni de días. Todo el tiempo del mundo es como una sola hora o momento para mí. Todo el que me ve, contempla y entiende todo lo que hay en mí en un instante. Sin embargo, esposa mía, al estar tú en un cuerpo material no puedes percibir ni conocer igual que un espíritu. Por ello, por tu bien, te explicaré lo que ha sucedido. Yo estaba, por así decirlo, sentado en el tribunal para juzgar, porque todo juicio me ha sido dado, y cierta persona vino a ser juzgada ante el tribunal.
La voz del Padre resonó y le dijo: ‘Más te valiera no haber nacido’. No era porque Dios se arrepintiese de crearlo, sino como cualquiera que sintiera preocupación por otra persona y se compadeciese de él. La voz del Hijo intervino: ‘Yo derramé mi sangre por ti y acepté una durísima penitencia, pero tú te has enajenado completamente y eso ya no tiene nada que ver contigo’. La voz del Espíritu dijo: ‘Yo busqué por todos los rincones de su corazón para ver si podía encontrar algo de ternura y caridad, pero es tan frío como el hielo y tan duro como una piedra. Este hombre no me concierne’.
Estas tres voces no se oyeron como si fueran tres dioses, sino que han sido hechas audibles para ti, esposa mía, porque de otra forma no habrías podido comprender este misterio. Las tres voces del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se transformaron inmediatamente en una sola voz que retumbó y dijo: “¡De ninguna manera merece el reino de los Cielos! La Madre de la misericordia permaneció en silencio y no desplegó su merced pues el defendido no era digno de ello. Todos los santos clamaron a una voz diciendo: ‘Es justicia divina para él el ser perpetuamente exiliado de tu reino y de tu gozo’. Todos en el purgatorio dijeron: “No tenemos una penitencia suficientemente dura para castigar tus pecados. Habrás de soportar mayores tormentos y, por lo tanto, tienes que ser apartado de nosotros’.
Entonces, el mismo defendido exclamó con una horrenda voz: ‘¡Ay, ay de la semilla que fecundó en el vientre de mi madre y de la que yo me formé!’. Por segunda vez exclamó: ‘¡Maldita la hora en la que mi alma se unió a mi cuerpo y maldito aquél que me dio un cuerpo y un alma!’. Volvió a clamar una tercera vez: ‘¡Maldita la hora en la que salí a vivir del vientre de mi madre!’ Entonces llegaron tres voces horribles del infierno, que le decían: ‘¡Ven con nosotros, alma maldita, como el líquido que se derrama hasta la muerte perpetua y vive sin fin!’ Por segunda vez, las voces lo volvieron a llamar: ‘¡Ven, alma maldita, vaciada por tu maldad! ¡Ninguno de nosotros dejará de llenarte de su propio mal y dolor!’. Por tercera vez, agregaron: ‘¡Ven, alma maldita, pesada como una piedra que se hunde y se hunde y nunca alcanza fondo en el que descansar! Descenderás más bajo que nosotros y no pararás hasta que no hayas llegado a lo más profundo del abismo’.
Entonces, el Señor dijo: ‘Como un hombre con varias esposas, que ve caer a una y se aparta de ella y se vuelve hacia las otras, que permanecen firmes, y se alegra con ellas, así Yo he apartado de él mi rostro y mi merced y me he vuelto a los que me sirven y me obedecen y me alegro con ellos. Por tanto, ahora que has sabido de su caída y desdicha, ¡sírveme con mayor sinceridad que él, en proporción a la mayor misericordia que te he dispensado! ¡Apártate del mundo y de sus deseos! ¿Acaso acepté yo tan acerba pasión por la gloria del mundo, o por que no podía consumarla en menos tiempo y con más facilidad? ¡Claro que podía! Sin embargo, la justicia exigía eso. Como la humanidad pecó en todos y cada uno de sus miembros, se tuvo que hacer cumplida justicia en todos y cada uno de los miembros.
Por esto, Dios, en su compasión por la humanidad y en su ardiente amor hacia la Virgen, recibió de ella una naturaleza humana a través de la cual pudo soportar todo el castigo al que estaba abocada la humanidad. Al haber tomado Yo vuestro castigo sobre mí, por amor, permanece firme en la verdadera humildad, como mis siervos ¡Así no tendrás nada de que avergonzarte ni nada que temer más que a mí! Guarda tus palabras de tal forma que, si esa fuera mi voluntad, tú no hablarías. No te entristezcas por las cosas temporales, que tan sólo son pasajeras. Yo puedo hacer a quien yo quiera rico o pobre. ¡Así pues, esposa mía, deposita toda tu esperanza en mí!”.
EXPLICACIÓN
Este hombre era un canónico de noble reputación y subdiácono, quien, habiendo obtenido una falsa dispensación, se quiso casar con una rica doncella. Sin embargo, fue sorprendido por una muerte repentina y no consiguió su objetivo.

martes, 12 de abril de 2016

“El Amo del Mundo”, el libro recomendado por los papas Francisco y Benedicto XVI



Se trata de una especie de novela apocalíptica sombría, que no recibió mucha atención desde su publicación en 1907. Pero ahora cuenta con dos recomendaciones que cualquier autor de best-seller desearía: no sólo la del papa actual, Francisco, sino también la del papa emérito Benedicto XVI.

El papa Francisco sorprendía en 2013 y nuevamente en 2015, cuando recomendó la lectura de El Amo del Mundo (Lord of the World), de Robert Hugh Benson.

Él lo resumió diciendo que el libro presenta una “globalización de la uniformidad hegemónica”.

El entonces cardenal Joseph Ratzinger, futuro papa Benedicto XVI, también había llamado la atención, durante un discurso en Milán en el año 1992, sobre el universalismo descrito en El Amo del Mundo.

¿Pero qué es lo que hace este libro tan notable?

El mundo descrito por Benson es extrañamente semejante al nuestro: sistemas de locomoción y de comunicación rápidos, armas de destrucción en masa y una visión materialista que niega lo sobrenatural y cultiva la pretensión de elevar a la humanidad al más alto nivel.

De alguna forma, El Amo del Mundo es más actual hoy que cuando Benson lo escribió, al principio del siglo XX.

En su visita a Filipinas, el papa Francisco habló del libro como demostración de los peligros de la globalización y de lo que llama de “colonización ideológica”.

La “colonización” a la que él se refiere es el proceso en que culturas económicas y políticas poderosas, como las de América del Norte y Europa Occidental, imponen una visión materialista y laica del mundo a los países en desarrollo.

La lectura de El Amo del Mundo revela el carácter profético del libro, con previsiones tecnológicas e incluso políticas que después se han hecho realidad.

Hay ensayos que argumentan que Robert Hugh Benson inspiró el género de la ficçión distópica, más tarde consagrado en clásicos como 1984 y Un mundo feliz.

La historia del libro es la de la ascensión del Anticristo al poder mundial, primero en la persona del enigmático Julian Felsenburgh, un misterioso senador norte-americano que asume importancia mundial al negociar una paz global largamente deseada.

Toda oposición a Felsenburgh y al orden mundial que él guía desaparece: las naciones piden que Felsenburgh sea su líder; recibe aclamaciones en masa.

Los únicos que se mantienen en la oposición son pocos miembros de la Iglesia guiada por el padre Percy Franklin, que acaba siendo elegido papa Silvestre III y que parece muy semejante a Felsenburgh.

En medio de esa historia de materialismo, progreso tecnológico y gobierno mundial que lucha contra una Iglesia aparentemente derrotada, es fácil descuidar una sutil realidad espiritual: un mundo que niega lo sobrenatural no deja de ser influido por fuerza sobrenaturales, sino que está simplemente ciego a esas influencias.

Los ministros, los ciudadanos, los sacerdotes apóstatas que se unen al movimiento humanitario se “apasionan” por Felsenburgh basados en falsas esperanzas; no sólo pierden los valores que ahora consideran supersticiones y obstáculos morales impuestos por la fe cristiana, sino también la capacidad de reconocer el espíritu del Anticristo presente en el mundo.

El Amo del Mundo, así, recuerda otra obra que narra la entrada de Satanás en un mundo ateo que niega su existencia: El Maestro y Margarita, de Mikhail Bulgákov.

Un mundo que no consigue reconocer lo sobrenatural, un mundo que intenta elevar a la humanidad al más alto nivel sin Dios es un mundo en el que el Anticristo puede entrar y actuar con más facilidad.

El hombre no pierde su necesidad de esperanza; la descripción de Benson del movimiento masivo que deposita sus esperanzas en Felsenburgh presagia los movimientos de masa que influyeron en las cuestiones mundiales del siglo XX y que siguen influyendo en las de hoy.

A esta luz podemos considerar el personaje de Mabel Brand, que vive una profunda alienación del movimiento humanitario masivo, como una especie de historia de conversión: ella empieza a ver la realidad del mal en el mundo y huye de él, mientras que Felsenburgh y el papa Silvestre se encuentran en una batalla apocalíptica entre el bien y el mal.

Quizás por esta razón, los papas hayan sugerido la lectura de este libro. Es preciso estar atentos para que la globalización no se dirija a apoyar políticas perjudiciales contra las poblaciones de los países en desarrollo, pero también es necesario tener en la mente la realidad sobrenatural del bien y del mal: negar la existencia del diablo es abrir espacio para que él actúe.

En cuanto al autor del libro, Robert Hugh Benson, fue un clérigo anglicano que se convirtió en sacerdote católico.